La década que acabamos de empezar lleva consigo cambios tan apasionantes como impactantes. La situación actual nos ha paralizado, nos ha zarandeado y nos ha hecho poner el estado de alarma, a flor de piel.
Desde que conocí el material de Arbinger, cuando los pensamientos catastróficos llegan a mí, suelo aplicar la herramienta “Empezar de la Mejor Manera”.
Así, después de desayunar, antes de revisar los correos electrónicos, hago el siguiente ejercicio: tomo una hoja de papel, trazo una línea vertical en medio y en la primera columna escribo aquella acción que, con el foco puesto únicamente en mí, me viene a la mente (mentalidad dentro de la caja). Un día cualquiera me llevaría a escribir: “no vale la pena que me esfuerce, todo saldrá mal, siento envidia de los que se están aprovechando de la ocasión, siento pena por las víctimas del covid-19”, entre otras ideas que no me ayudan a avanzar.
En cambio, en la columna de la derecha escribo aquello que pensando en las necesidades, objetivos y limitaciones de los otros (mentalidad fuera de la caja) se me ocurre hacer. Ahí ya pongo imaginación y espíritu positivo y me llega la energía de: “me voy a esforzar, voy a escuchar más, ofrezco mi ayuda al equipo, desarrollo mis habilidades, colaboro, pido ayuda y agradezco…”.
Parece mentira, pero recordar estas listas, mientras me dispongo a abordar el día, me da fuerzas y me permite ese espacio de reflexión que me ayuda a empezar con buen pie.
Hoy he vivido una situación que me ha hecho sentirme escuchada y valorada. Me gustaría compartirla porque me ha hecho sentir bien. A media mañana, me he dispuesto a hablar con nuestro especialista en páginas web para saber cómo estaba y cómo estaba viviendo el confinamiento. Quería agradecerle que hace un par de semanas me ayudó a crear una página web para un proyecto personal que hacía tiempo que tenía en el cajón de los proyectos “para cuando tenga tiempo”.
La verdad es que la valentía del momento me llevó a llamarlo entonces y preguntarle lo que haría en mi lugar sin más intención que compartir mi proyecto. Javier se ofreció rápidamente a hacer la web con el formulario de inscripción, aceptando las condiciones que yo le podía ofrecer en ese momento. La calidad superó mis expectativas. Hoy cuando lo llamé, le agradecí de nuevo su generosidad y le expliqué que gracias a su profesionalidad la respuesta a la convocatoria del webinar había sido excelente.
Se le veía feliz y relajado. Su actitud hacia algunas preguntas que le hecho sobre el comercio digital y la notoriedad de marca en las redes ha demostrado su experiencia y motivación para seguir apoyándome. Su actitud y escucha me han abierto la curiosidad para contratarlo y seguir confiando en él. Estas cosas pasan en el confinamiento.
Estas situaciones, cuando las comparto con mis colegas o clientes me recuerdan que, aunque estos momentos de dificultad suponen un reto, pueden hacer salir lo mejor de nosotros mismos, si nos lo proponemos.
Algunos me comentan que las previsiones de reajustes de plantilla se han pospuesto o que ahora más que nunca su equipo se reúne cada día durante media hora para tomar el pulso de cómo están y eso les hace sentir un sólo equipo.
La solidaridad en el ámbito familiar, si existen dos figuras adultas, también se da de una manera más natural o entre los niños y papá o mamá: el orden en la cocina, en el cuidado entre nosotros, el respetar el tiempo de ocio y reflexión… de maneras que antes no habíamos sabido encontrar. Aparecen nuevos retos como mantener la intimidad de los adultos con los adolescentes o establecer un ambiente de colaboración en las tareas domésticas entre aquellos que comparten techo.
Hablando del terreno familiar que es mi pasión, recuerdo una frase de Terry Warner, filósofo en los orígenes del Instituto Arbinger cuando se refería a cuál era el mejor espacio de crecimiento para los niños: una familia funcional, sana. Y esto, con la convivencia en familia de estos días, con cierta intención, se está consiguiendo, tanto si los niños viven en una o en dos casas diferentes. Se hace el esfuerzo porque la ocasión lo requiere. Hacemos piña, porque nos va la supervivencia y el bien de nuestras futuras generaciones.
En el terreno profesional, si tengo que escoger la herramienta de Arbinger que más me está ayudando estos días, escojo la de deshacer confabulaciones.
Resulta que con el momento digital que estamos viviendo muchos de nosotros estamos hartos de videoconferencias. Algunas son prácticas, pero otras resultan pesadas, aburridas o improductivas. Hace unas semanas fui a una reunión, precisamente un viernes tarde y mis expectativas no se cumplieron. Empecé a recibir señales internas de “bandera roja” (así le llamamos en Arbinger cuando estamos en la caja), y me di cuenta de que no estaba respondiendo con mi mejor mentalidad. En esos momentos me hubiera ido bien tomar papel y lápiz y dibujar la confabulación:
1. Primer paso: ¿Qué me molesta de mi compañero? Me molesta que haya invitado a participantes que en mi opinión no correspondía que estuvieran y en cambio no están los que yo esperaba.
2. ¿Cómo veo a mi compañero? Ante esta situación aparentemente neutra, me meto en la caja y me enfado con el momento, con la persona que ha convocado la reunión. Me creo mi película de víctima de una situación que no me agrada.
3. ¿Cómo me comporto? Mi actitud en la reunión es más bien fría y ante la oferta de seguir conversando en otra reunión posterior con algunos participantes, me cierro y digo que no puedo.
4. ¿Cómo me deben estar viendo mis compañeros? Aquí es cuando podía imaginar lo que seguramente pensaran de mí: tiene un mal día, no colabora. Se ve una mala actitud en ella. Debe estar muy ocupada en otros asuntos.
Si hubiera hecho el ejercicio, hubiera tomado consciencia de la situación y ya sería un gran paso. Darme cuenta de que yo he sido la principal protagonista del potencial conflicto es aceptar que tal vez no tengo tanta razón como creo. Así que, como ya me conozco, me podía haber dispuesto a deshacer el conflicto. En realidad, no te lleva más de cinco minutos y es una herramienta muy valiosa para volver a ver el origen del conflicto y colocar de nuevo tu corazón en paz.
Gráficamente la herramienta puede parecer compleja pero la disposición y unas instrucciones claras ayudan a poner las cosas fáciles.
El primer paso para salir de la caja es:
1. ¿Cuáles son las necesidades, retos y circunstancias del compañero? En este caso, estaba intentando generar una rutina de reuniones semanales y adaptando el horario y las necesidades de muchas personas a la vez. Es fácil que requiera un tiempo de ajuste.
Si lo veo diferente, todo cambia. Y ese es el cambio más importante:
2. ¿Cómo lo veo teniendo en cuenta lo que he escrito en el punto anterior? Lejos de estar enfadada con la situación, lo veo como alguien que ha tomado una buena iniciativa, como una experiencia que, al estar yo allí, tiene sus ventajas.
3. Si hubiera adoptado esa mirada, ¿qué hubiera hecho? Hubiera sido más asertiva y hubiera preguntado por qué no estaban los compañeros que esperaba, hubiera estado más atenta a lo que estaba emergiendo y seguramente hubiera incluso participado en la reunión posterior.
4. ¿Cómo me podían haber visto? Como una persona preocupada por los otros, creativa y que está dispuesta a ayudar.
¡Qué gran cambio!
Lo que sucedió después salvó un poco la situación. Dejé un audio de voz con mis impresiones de la reunión (detrás de la queja a menudo hay una petición) y en la siguiente reunión la composición fue otra y disfruté más de la reunión. Estaba más presente.
Mis aprendizajes del momento fueron a posteriori. Como dice mi amigo, Jaume Abad, “Judith, esto es cuestión de gimnasia”
Y ahí os dejo estos testimonios, por si os pueden ser de utilidad. Si no habéis asistido todavía a un taller sobre “Cómo desarrollar e implementar una mentalidad fuera de la caja”, no te pierdas nuestra versión online. En el taller conoceréis y practicaréis herramientas como el “Empezar de la Mejor Manera”, la “Confabulación” para practicar la gimnasia de estar fuera de la caja, imprescindible para afrontar los cambios de la manera más consciente posible.
¡Animaos!
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