Hace poco leí un post de un colega al que respeto y admiro mucho, Pablo Tovar, que explicaba el disruptivo discurso de 2 minutos que dio la Madre Teresa de Calcuta en un evento sobre Liderazgo y Cambio.
Sólo duró 2 minutos, y durante el primer minuto lo que hizo fue mirar de lado a lado a los miles de líderes asistentes. Tras ese impresionante silencio, dijo:
Yo no sé nada sobre liderazgo y cambio; pero sí sé que si quieren ver cambio en sus organizaciones necesitan conocer y amar a su gente, porque si no conocen a su gente no habrá confianza, y si no hay confianza la gente no asumirá riesgos, y si no asumen riesgos no habrá cambio. Y deben amar a su gente, porque sin amor no habrá pasión, y si no hay pasión ellos no se sentirán poderosos, y si no se sienten poderosos no habrá cambio. Así que si quieren ver el cambio en su gente primero deben conocerlos y amarlos.
Este discurso me caló tan hondo, que quise rescatar más sabiduría de la Madre Teresa de Calcuta y conectarlo con el momento actual de cambios acelerados tanto en la manera de trabajar (cada vez más en remoto) como en la manera en que nos organizamos.
Esta nueva manera de trabajar exige cambios valientes:
Se necesita ser valiente para empezar a hablar de amor en la empresa, se habla poco todavía, quizás, sea una resistencia cultural o de lenguaje, pero algunos líderes conscientes y empáticos ya se atreven a hablar de ello, porque cuando lo practican, ven su impacto en las personas y consecuentemente en los resultados.
Otras “perlas” inspiradoras de la Madre Teresa de Calcuta, en relación a algunos de estos conceptos clave sobre liderazgo y cambio a los que aludía en su discurso, son:
Las palabras amables pueden ser cortas y fáciles de decir, pero sus ecos son realmente infinitos. Muchas veces basta una palabra, una mirada, un gesto, para llenar el corazón del que amamos. Encontrémonos siempre el uno al otro con una sonrisa, la sonrisa es el principio del amor.
El amor no puede permanecer en sí mismo. No tiene sentido. El amor tiene que ponerse en acción. Esa actividad nos llevará al servicio. El trabajo sin amor es esclavitud. Amar es la mejor virtud de una persona. Dar hasta que duela y cuando duela dar todavía más. Darle a alguien todo tu amor nunca es garantía de que él también te amará; pero no esperes que te amen, solo espera que el amor crezca en el corazón de la otra persona. Y si no crece, sé feliz porque creció en el tuyo.
No es lo importante lo que hacemos, sino cómo lo hacemos, cuánto amor, sinceridad y fe ponemos en lo que realizamos. Cada trabajo es importante, y lo que yo hago, no lo puedes hacer tú, de la misma manera que yo no puedo hacer lo que tú haces.
El futuro no está en nuestras manos, no ejercemos poder sobre él. Solo nos queda actuar Aquí y Ahora. La disciplina es el puente entre las metas y los logros.
Estas “perlas” inspiradoras me llevan a pensar en que todos, de un modo u otro, con una o varias personas o departamentos con quienes nos cuesta trabajar, y/o en determinadas situaciones, debemos ser valientes y retarnos a nosotros mismos a cambiar, a mejorar nuestra manera de ver a los demás.
El primer paso, imprescindible, es la humildad de hacerse preguntas e imaginar qué puede estar necesitando de ti la otra parte, y querer ver al otro como una persona y desear ayudar. Antes de nada, debemos cambiar nosotros, sin esperar a que cambie el otro.
¿Porqué nosotros primero? Porque depende de uno mismo. El paso que te gustaría que hiciera el otro, hazlo tu, desde el corazón, y comprueba el impacto.
En el modelo de cambio de mentalidad de Arbinger, este es el paso más importante: VER personas.
Desde este lugar, todo es mucho más fácil porque nace un deseo de ayudar y hacer cosas diferentes que son muy bien recibidas y por tanto son más útiles y efectivas. Con la intención de que sea sostenible, nace también un compromiso de continuar ayudando y continuar siendo útil, y para ello, como la Madre Teresa de Calcuta decía, los líderes
Necesitan conocer y amar a su gente, porque sin amor no habrá pasión, y si no hay pasión ellos no se sentirán poderosos, y si no se sienten poderosos no habrá cambio.
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